Hola, soy Sara G Sanchez (así aparezco en Facebook), y les escribo para compartir mi historia con la canción «Durante una mirada» del grupo La Oreja de Van Gogh. Antes de comenzar, me gustaría compartir qué, desde que escuché a este grupo por primera vez, sus canciones me parecieron llenas de historias, y conforme fui creciendo, fui capaz de identificarme con varias de sus letras. Esta canción en particular, Durante una mirada, es parte del disco que sacaron en 2020, durante la pandemia. Esto lo comento porque es parte de mi relato. Cuando estuve haciendo mis estudios de maestría, viví en la ciudad capital de mi país, cabe señalar que yo no soy de ahí, sino de otra ciudad de «provincia» como les gusta decirnos a los capitalinos a todos los lugares que no son su ciudad. Ese tiempo fue de mucho aprendizaje, tanto profesional como personal. Se podría decir que era la segunda vez que vivía sola, lejos de mi familia, pero ahora por más tiempo. En ese lapso, conocí a un muchacho que me presentó una amiga, y que también era de mi ciudad natal. De mi parte, la atracción fue casi inmediata. Todo en él me agradaba y, de alguna forma extraña, me generaba paz: su carácter, su inteligencia, su espiritualidad… Pasó ese día, y pensé «tal vez no nos volvamos a ver». Él regresó a nuestra ciudad, yo seguí en la capital. Cuando terminó mi programa de maestría, decidí regresar a casa, así que volví a mi ciudad. Un día, en la parroquia que estaba cerca de la casa donde viví gran parte de mi vida, me lo topé, y fue una bonita sorpresa. A partir de ahí, comenzamos a vernos más seguido, ya que lo invité a formar parte de los asesores de un grupo juvenil al que yo asistía. Por esa razón, nos frecuentamos cada vez más. Y la conexión seguía. Me dio la oportunidad de conocer su forma de pensar, su historia, sus triunfos y fracasos. Llegamos a compartir tantas cosas que la gente solía creer que éramos pareja, aunque la realidad es que sólo fuimos un «casi algo». Hubo un momento en el que él comenzó a tener inquietud de ir al seminario, para ser sacerdote. Por mi parte, sabía que quería iniciar una relación con él, pero digamos que las personas que nos aconsejaron dieron prioridad a que él se fuera al seminario. En ese tiempo, la gente de nuestro alrededor hizo muchas cosas que, mirando hacia atrás, me parecen curiosas, pero en su momento fueron dolorosas. Por ejemplo, a mí me preguntaban las cosas que no se atrevían a preguntarle a él, respecto a su decisión. Si había alguna reunión, la mitad de mis amigos me decían «ve, para que puedas verlo» y la otra mitad me decían «no lo invitamos, para que no te duela verlo». Ante la gente, no éramos nada, pero muy en el fondo, la conexión entre los dos seguía. Como habíamos llegado a conocernos tanto, al grado de saber qué iba a contestar el otro, o de pensar lo mismo y decirlo al mismo tiempo, era complicado cortar con todo así, tan de repente. Nuestros amigos en común resintieron un poco esa «ruptura», porque yo comencé a evitar los lugares donde podríamos coincidir. Él quería volver a platicar conmigo como antes, pero sin dejar la idea de formarse para sacerdote. Eso me confundía aún más. Al principio, intenté ser su amiga, y seguir cercana a él. Cuando estábamos solos, volvíamos a ser esos dos seres que se conocían tanto, y que estaban tan conectados. Pero, cuando estábamos con más gente, todos lo veían como «el seminarista». Eso me dolía bastante, porque él seguía buscándome, pero sin dejar de lado su decisión de formarse para sacerdote. Yo me sentía muy mal, porque, por un lado, quería seguir cerca de él pero, por otro lado, ya no éramos «nosotros», ya éramos dos personas con destinos muy distintos. En esta parte, y relacionado con la canción, entiendo lo que los autores dicen cuando cantan «seguimos con la vida que a los dos nos recetaron, cada uno por su lado». El día previo a irse al seminario, los amigos que teníamos en común le hicieron una «despedida», y él me preguntó si no iba a ir. Yo traté de ser lo más fuerte que pude y le dije, mirándolo a los ojos «no». Se quedó serio, y me dijo «tal vez ya no nos volvamos a ver», a lo que respondí «lo sé, cada uno toma sus propias decisiones». No lo abracé, no lloré frente a él, sólo lo dejé ir, con mi corazón roto. Al igual que la canción, la juventud se nos fue pasando, y nos rendimos ante la sensatez. Pasó el tiempo, yo me cambié de casa, él siguió en el seminario, y por azares del destino, durante la pandemia me enteré de que se había contagiado de COVID. Ahí me di cuenta que aún no estaba totalmente fuera de mi corazón, me dolió la noticia, y más porque fue en el tiempo que aún no salía la vacuna. Como yo había cortado todo contacto, decidí escribirle un e-mail, para ver si necesitaba algo, en cuanto a salud, y le aclaré que no estaba buscando retomar el contacto, sólo quería saber si estaba bien, si su vida estaba en riesgo, y si había alguna forma de ayudarle. Gracias a Dios sobrevivió, y no tuvo secuelas de la enfermedad. Esto lo había preguntado porque, dentro de nuestra extraña «conexión», habíamos hecho una promesa, de que, si yo moría primero, él sería el primero en rezar por mi alma, para que estuviera en el Cielo, y viceversa, si él moría primero, yo rezaría para que él estuviera en el Cielo. Lo sé, no debimos hacer una promesa de por vida, pero soy de las personas que le gusta cumplir lo que prometieron. Después de eso, no nos hemos vuelto a ver. Ambos decidimos separarnos, y si bien yo corté el contacto, él no me volvió a buscar. Tal vez, en otra vida, en otro universo, estamos juntos y somos felices. Pero en esta vida no fue así, y sólo me quedan los recuerdos de lo que vivimos, y cómo «durante una mirada» sabíamos lo que pensaba el otro, y en ese instante, éramos un «nosotros”. Y pues esa es mi historia.
Sara Gisela Sánchez
@libreta_de_sargis
Facebook: La libreta de SarGis