16 años después de haber concluído  mi maestría, tuve la oportunidad de estudiar un Doctorado en Educación Especial, pero ésta vez era todo diferente, pues ahora me lanzaba al ruedo con  dos hijos , dos trabajos y la responsabilidad de sacar adelante una casa. 

La decisión fue apresurada , pero era la anestesia necesaria para enfrentar mi divorcio, supuse que al estar pensando, leyendo, estudiando, mi mente estaría ocupada y dolería menos, me equivoqué porque como quiera dolió y tenía además una carga de trabajo que no se alcanzaba a cubrir con la poca energía que me quedaba al final del día. Para comprometerme aún más y conseguir un descuento, pagué la carrera por adelantado y a las dos semanas de haber iniciado , me arrepentí, sin embargo ya estaba inscrita, no iba a perder mi dinero y la oportunidad.

Pasaban las semanas y me iba dando cuenta de que cada clase y cada actividad que me asignaban, se relacionaba con mi trabajo, que muchos documentos y tareas ya las tenía y solo debía darles formato y estructura ,es así como me fui apasionando de lo que estaba haciendo, siempre me he considerado buena alumna, responsable y participativa, ahora tenía otro reto, tener excelentes notas para titularme por promedio.

Muy lindo todo, pero ah sí! Soy mamá de dos hijos que cumplen con sus tareas, comen bien, duermen bien, se divierten, hacen ejercicio, van a la iglesia, asisten a la escuela con sus materiales, uniformes y tareas en las mejores condiciones, salen de paseo cada fin de semana, tienen amigos, son felices, no les falta nada …eso cansa y cuesta. Hice un alto en el camino y decidí que yo no iba a estudiar mi carrera llena de culpa, que no iba a estar estresada ( o al menos lo iba a intentar) y me organicé para hacer mis trabajos después de que mis hijos se durmieran, comprendí que la inversión de tiempo, dinero y energía que estaba haciendo, en apariencia se los quitaba a ellos, pero que en el futuro, la ganancia de esa inversión, también sería para ellos. 

Así pasaron los cuatrimestres, a veces tomando clase con mi hija dormida en mis brazos, a veces cenando frente a la computadora, a veces en el coche mientras manejaba , alguna vez con mis hijos enfermos, con mi hija internada en el hospital, incluso en la playa, nunca dejé de estar al pendiente de lo que me correspondía, lloré muchas veces pensando que era injusto que una mamá tuviera que pasar por tantas cosas para hacer algo que le gustaba, llegaba a sentir que lo que hacía estaba mal, que no era para mí seguirme preparando.

¿Pude sola? ¡NO!

Le dí sentido a lo que es una RED DE APOYO, aprendí a decir : ¡Ayúdame! Me costaba trabajo reconocer que sola no podía, muchas veces me apoyé incluso en el papá de mis hijos pidiendo que se hiciera cargo de ellos al menos dos horas un domingo para acabar mi tarea y me concentraba en terminar en ese lapso, me iba a casa de mis papás y mientras mis hijos jugaban con sus primos, yo hacía tarea, les pedía a mis compañeros de trabajo me apoyaran con algunas actividades y así muchos malabares cada semana para lograr subir mi tarea a la plataforma cada domingo antes de las 11:00 pm. Hoy tengo mi corazón lleno de agradecimiento a cada persona que contribuyó en mi proyecto, las pequeñas acciones hicieron la suma de éste esfuerzo.

Con mi experiencia quiero compartirte mis aprendizajes:

  • Cumplir sueños siendo mamá, no es fácil, pero es necesario para la plenitud y felicidad  y con ello mis hijos también estarán bien.
  • Mis hijos no tienen la obligación de sentirse orgullosos de mí, es mi satisfacción lograr mis metas y darles buenos ejemplos.
  • No desistas, el camino no es sencillo, pero cumplir la meta, te da fuerza, poder y seguridad.
  • La organización es clave para cumplir con los objetivos.
  • Rodéate de personas que te motiven a mejorar.
  • Sé feliz y disfruta el camino, es un proceso personal y en tus propios términos.

Marlene Rueda

Maestra inclusiva

IG: marlene_ruedgon