Mi nombre es Irene Garza Del Valle, tengo 34 años, soy originaria de la Ciudad de México y soy una psicoterapeuta y migrante en España. 

Uno de los retos más frecuentes que los inmigrantes afrontamos en cuanto a nuestra identidad al mudarnos a vivir a otro país es el no sentirnos NI DE AQUÍ, NI DE ALLÁ.  En el proceso de mudarnos a otro país, nos perdemos todo lo que sucede en nuestra tierra: el día a día, los cumpleaños, los problemas, las alegrías, los funerales…la báscula interna se descalibra al intentar como malabaristas sostener la vida que teníamos y la que queremos construir e intentando mantener el equilibrio a veces se nos olvida quienes somos. Algunas personas, chocan demasiado con la cultura de acogida y sienten que no hay espacio para su forma de ser, pensar, sentir y actuar. Se ven obligadas a dejar de ser como eran para poder pertenecer y sobrevivir socialmente hablando. Por ejemplo, personas que eran muy sociables, cariñosas y parlanchinas, al verse en un contexto cultural distinto, como el de un país nórdico, en el que la gente pareciera ser más distante y más fría, pueden sentir que no pueden ser ellas en verdad y se ven forzadas a transformar la forma en la que se vinculan. 

Hay gente que siente que ha cambiado por completo y que se siente muy distanciada del yo de antes, son otra persona  y aunque lleguen a sentirse más satisfechas en esa nueva piel, también se enfrentan al reto de que las personas de su país de origen, como la familia y amistades, les cueste procesar y aceptar en quien se han transformado. 

El hecho de vivir en otro país  es un cambio tan drástico y grande que encuentras versiones de ti que no conocías y que de haberte ido a otro país no hubieras conocido, porque también esos cambios tienen que ver con el lugar al que nos vamos. En los últimos años, he transitado el duelo de perderme a mi misma y la vida que tenía y he logrado reconstruirme, uniendo mi profesión y mi pasión por la psicología con mi condición de migrante. 

No fue un proceso sencillo, igual que para muchos migrantes, me perdí, tropecé, me topé contra muchos retos y barreras, tuve que lidiar con la burocracia internacional, tuve días en los que me reproché haber emigrado y en los cuales creí que había tomado la peor decisión de mi vida. Reconstruirse y renacer en otro lugar del mundo, es un proceso duro y a veces, con mucha turbulencia emocional.  Pero si me preguntas si valió la pena y si lo volvería a hacer, mi respuesta es: SIN DUDA ALGUNA. 

Veo la vida con otros ojos, unos que me hacen apreciarla más, sentir más gratitud por lo que tengo y mucha más compasión conmigo misma como ser humano. Lo que aprendí en mi propio camino de reconstrucción, me llevó también a interesarme por la salud mental y emocional de las personas migrantes y es por eso que acompaño y ayudo a otras personas migrantes y/o a parejas y familias internacionales, a superar el duelo por haberlo dejado todo y a darse permiso de vivir en el extranjero sin culpas, ni reproches.

Emigré hace 9 años a Sevilla, España con el objetivo de crecer y desarrollarme profesionalmente. En un inicio, mi idea era una migración temporal y la YO de hace 9 años tenía claro que quería regresar a México; pero la vida te sorprende y te invita a otros rumbos y caminos y en mi caso, decidí cambiar mi plan inicial y quedarme aquí por mi pareja. 

Migrar por amor y/o quedarse en otro país por amor, suena muy romántico pero genera deudas emocionales y sentimientos de sacrificio. El amor no es suficiente para sostener una decisión tan importante, como lo es vivir en el extranjero. Con el tiempo, comprendí que tenía que tener otros proyectos, sueños y objetivos a la par o si no pondría mucho peso a la relación. 

Siempre consideré que lo tenía todo en México, amigos increíbles, una familia unida y cercana, un estilo de vida que apreciaba y disfrutaba, buenas oportunidades profesionales, y todo eso, de un día a otro parecía haberse esfumado, me sentí perdida, como si lo que un día fui se hubiera esfumado. Esa Irene, de cierta forma había muerto, ya no volvería nunca más a ser ella. 

Me costó renacer, por qué uno quiere inmediatamente volver a sentirse uno mismo, pero así como los bebés se gestan en 9 meses, todas las personas migrantes, necesitamos también tiempo para reconstruir cada área de nuestra vida. Roma no se construyó en un día. 

Me llevó tiempo hacer amigos, me llevó tiempo aprender a comunicarme en un nuevo contexto cultural, me llevó trámites y esperas poder volver a trabajar de lo mío. Me llevó nostalgia, enojo, frustración, muchos días de llanto y un master en paciencia, para volver a sentir que fluía y que no se necesitaba para cada movimiento que hacía un esfuerzo añadido o extra. 

Hoy, ya me siento de aquí y de allá, hoy me siento otra vez mía, he vuelto a ser mi lugar seguro. He logrado integrar muchas de las diferencias culturales con mi pareja, tengo amigos y a la par he mantenido a mi gente en la distancia, y lo más importante, he hecho las paces conmigo misma y con mi decisión de vivir en otro país. 

Si estás leyendo esto, y te sientes perdida o estás por tomar la decisión de migrar y te da miedo el proceso emocional al que seguramente te enfrentarás, recuerda que vayas a dónde vayas, el entorno seguramente será diferente, pero siempre serás tú en esencia, adaptarte y cambiar, no elimina quién eres, te nutre y te expande. 

Mtra. Irene Del Valle

Psicoterapeuta Integrativa, Relacional y Transcultural.

Multicultural Counselor and Integrative Therapist.

Especialista en Relaciones y Parejas. 

Relationship and Couple Specialist.

Especialista en inmigrantes, familias y parejas multiculturales.

Immigrants, multicultural couples and families specialist. 

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