Parte 1. Tarjetas de crédito

Hace algunos días, estando en mi oficina, recibí la llamada de una persona que vio un anuncio de mis servicios. Tomé la llamada y, después de las presentaciones y los saludos de rigor, le pregunté en qué podía servirle. Sus primeras palabras fueron: necesito tu ayuda… ¡Ya no puedo más! ¡Estoy harto de deber mi quincena! Acto seguido, comenzó a explicarme su situación, la cuál se resumía en adeudos en su tarjeta de crédito por un total de seis meses de su salario mensual, además de que, una vez identificados sus gastos ordinarios, me di cuenta de que gastaba aproximadamente un 40% más de su ingreso; era realmente una bola de nieve difícil de detener. Cuando hubo terminado, me hizo una sola pregunta: ¿crees que puedas ayudarme? 

Sin titubear, mi respuesta inmediata fue: ¡estoy segura de poder ayudarte! Un tanto escéptico y desconfiado, me cuestionó ¿por qué tenía tanta seguridad? , pues para ese momento no nos conocíamos, a lo que contesté: porque lo más difícil ya lo hiciste, que es reconocer que tienes un problema financiero. 

No creo exagerar cuando aseguro que es considerable el porcentaje de la población cuyas finanzas tienen problemas, puesto que el consumismo se ha exacerbado en nuestra sociedad de manera exponencial, debido en parte a la actual facilidad para obtener una tarjeta de crédito de la cual desconocemos información básica e indispensable como fechas de corte, de vencimiento, tasas de interés, anualidades, comisiones y un largo etcétera. 

Tomando como base a la mayoría de los clientes que se acercan conmigo buscando asesoría financiera, he notado que el común denominador en sus situaciones son deudas con tarjetas de crédito; por ello, y con el único afán de que este artículo proporcione herramientas que te ayuden a mejorar tu relación con las tarjetas de crédito, quiero compartir contigo, estimado lector, un pequeño segmento de mi proceso de coaching financiero, mismo que ha ayudado a mis clientes a salir de los baches administrativos por los que atravesaban sus finanzas, e incluso ha logrado que sean capaces de destinar un porcentaje de sus ingresos a un ahorro, ya sea para su retiro, pago de educación superior para sus hijos, o bien, para alguna otra meta a corto o mediano plazo.

¿Qué es una tarjeta de crédito?

En primera instancia será necesario dejar claros algunos conceptos que, de no tenerlos claros, no servirá de mucho esta información; por lo tanto, debo solicitar tu atención en ellos, pues una vez que los comprendas, todo lo demás te resultará menos complicado. Te aseguro que he puesto todo mi empeño en este artículo para que las explicaciones sean lo más simples y directas posible.

Una tarjeta de crédito SÍ ES un instrumento financiero que te permite obtener bienes y servicios con una prórroga para su liquidación, es decir, en vez de pagar de inmediato –lo que evita que te descapitalices– te da tiempo de organizar tus gastos del mes para cancelar esa deuda en una fecha establecida veinte días naturales a partir de la fecha de corte.

Hablemos ahora de lo que NO ES una tarjeta de crédito, y me refiero al peligro que representa considerarla una extensión de tu salario. Es un error fatal comenzar a adquirir con ella bienes o servicios que, de no tenerla, no habrías comprado por falta de liquidez. Este instrumento, manejado con inteligencia y prudencia, puede convertirse en un gran aliado de tu economía; en el caso contrario, representará tu ruina financiera y crediticia. Por lo tanto, cuando das el «sí» a una tarjeta de crédito, es tu obligación comprender y entender los siguientes conceptos, porque será la única forma en que seas quien la maneje, y no que ella te maneje a ti. 

Uno de los focos rojos de una tarjeta de crédito son los intereses; si desconoces el monto por este concepto que te cobra tu tarjeta sobre los gastos que haces, es muy fácil comenzar a crear una deuda y, a los pocos meses, perder el control sobre la misma: es como ir creciendo una bola de nieve que tarde o temprano caerá sobre ti, con lo que inevitablemente llegarás a la frase que da título a este artículo.

Otros conceptos que son imprescindibles de conocer y mantener presente son las fechas de corte y de pago de tu tarjeta de crédito. La primera se refiere al término del periodo de acumulación de compras, gastos y pagos que se hayan realizado en el mes; por ejemplo, si tu fecha de corte es el día 10 de cada mes, eso quiere decir que ese día se resumirán todos los movimientos que hayas realizado entre el día 10 del mes anterior y del actual, cuya suma determinará el saldo para no generar intereses. La fecha de pago, por su parte, se establece generalmente veinte días naturales posteriores a la fecha de corte, y se trata sencillamente de cubrir el monto calculado a ese día.

Tasa De Interés Anual 

Si buscamos en Internet la definición de «tasa», en la mayoría de las opciones de búsqueda encontraremos que se refiere a una especie de tributo que el consumidor debe pagar por la utilización de un beneficio; en este caso, un crédito bancario. Cada banco o tienda departamental que otorga crédito a sus tarjetahabientes maneja una tasa de interés diferente. Para una servidora, sin embargo, las tasas de interés son como un oficial de tránsito escondido detrás de un árbol en una carretera de alta velocidad, listo para multarte en cuanto cometas la primera infracción.

Es muy importante conocer cuál es la tasa de interés anual de tu tarjeta de crédito, pues éste será el primero que se cargará en el caso de que, por alguna razón, no puedas pagar el total de tu consumo al mes siguiente. Todos los bancos, tiendas departamentales e instituciones de crédito operan con diferentes tasas; en algunos casos, este porcentaje varía con base en el manejo de la tarjeta. Por su parte, las tiendas departamentales suelen tener las mayores tasas de interés.

¿Qué pasa si no pago?

Si se diera el caso de que no hicieras un pago total o parcial en la fecha de vencimiento, las consecuencias podrían llegar a ser muy severas. Para ejemplificar de una manera más clara, veamos distintos escenarios con una tarjeta de un banco importante, cuya fecha de corte es el día 10 del mes, la fecha de vencimiento el día 30 y su tasa de interés anual es del 50%. La compra realizada en todos ellos será de 1,000 pesos.

Escenario 1. Llega la fecha límite de pago y cubres todo el adeudo.

¡Felicidades! No pagarás un solo centavo por concepto de interés de ningún tipo.

Escenario 2. Llega la fecha de pago y solo cubres el concepto de «pago mínimo», que en este ejemplo sería de 200 pesos.

Se cargará a tu cuenta la tasa de interés anual del 50% por la diferencia que no haya sido cubierta, es decir, los $33.33 pesos que restan más el IVA de los intereses.

Escenario 3. Llega la fecha límite de pago y no abonas ninguna cantidad.

En este caso, la tasa de interés anual se reflejará sobre el total de tu compra, que eran 1,000 pesos, con lo que tu deuda ahora es de 1,041.66 más el impuesto de los intereses.

Escenario 4. Solicitaste una compra a meses sin intereses y no pagas la primer mensualidad en tiempo y forma.

Los tarjetahabientes suelen pensar que las compras bajo este tipo de promociones no generarán intereses bajo ninguna circunstancia; nada más lejos de la realidad, ya que la gran mayoría de las veces dichas «promociones» están condicionadas a una tasa de interés especial, cuya penalización por no pagar en tiempo y forma aumentan la deuda de forma exponencial, por lo que en ocasiones resulta aún más perjudicial retrasarse con una adquisición bajo este esquema que con una compra normal.

Innecesario es decir que la reiteración en realizar únicamente el pago mínimo, o peor, de no abonar en lo absoluto, incrementará irremediablemente el adeudo a niveles de escándalo, puesto que la tasa de interés anual no es fija, sino que se determina en muchas ocasiones con base en el comportamiento del tarjetahabiente, aumentando gradualmente su porcentaje a medida que se incumplen las obligaciones contraídas. De esa manera, el saldo, lejos de disminuir con cada pequeño abono, se reproduce como la hierba mala; es entonces cuando nos damos cuenta de que todo nuestro salario está comprometido en paliar un poco nuestra deuda con las tarjetas de crédito.

¿En qué situación te encuentras tú?

Sea cual sea, siempre hay una manera de remediarla. Como con todos los problemas, el tiempo que tome resolverla dependerá de la severidad de la situación y del compromiso de la persona. Por lo general, uno de los principales consejos que les doy para conseguir estabilidad en las finanzas es realizar un análisis detallado de los ingresos y egresos, es decir, realizar un presupuesto.

Un presupuesto no es un asunto únicamente de empresas: también lo es de unas finanzas personales y familiares sanas, las cuales no dependen de cuánto ganas, sino de la forma en que administras lo que ganas. Realizar un presupuesto de forma eficiente te brindará las siguientes herramientas:

  • Conocer el porcentaje de tus ingresos que destinas para tus gastos actuales: Como asesora financiera, mi primer objetivo es que mi cliente identifique los montos aproximados de sus percepciones, así como los gastos que genera su estilo de vida.
  • Identificar fugas: El siguiente paso es una orientación para que el cliente descubra cómo, cuándo, dónde y en qué está empleando su dinero, que sea consciente de cada peso que entra y que sale; toda esta información se concentra en un formato sencillo de llenar y actualizar.
  • Reducción de gastos: trabajamos con el cliente de forma personalizada, con el fin de tomar en cuenta sus necesidades especiales, para detectar esos gastos innecesarios que poco a poco –de manera imperceptible– van mermando su economía.
  • Disminución de endeudamiento: buscamos alternativas que permitan una disminución de la tasa de interés y se analizan los ingresos para destinar una partida a pagar, de manera constante, las deudas contraídas.
  • Ahorro: una vez que la administración del cliente lleva números estables, se propone destinar una cantidad, preferentemente el 10%, para iniciar un ahorro que funcione ya sea como fondo de emergencias, o bien, para algún objetivo personal.

Mi labor como asesora es semejante a la de un médico: yo te extiendo una receta financiera y tú sabes si sigues la recomendación y «te curas», o bien, si persistes en mantener el ritmo de vida que has llevado hasta ese momento. Sin embargo, hago un llamado importante a ti, querido lector, para hacer conciencia del consumismo en que vivimos, pues aunque estoy convencida de que somos parte de la cadena que hace circular el dinero, también soy fiel creyente de que éste debe ser invertido en conceptos que no generen un problema más adelante.

Si tienes alguna duda sobre este artículo, o bien, deseas una asesoría financiera, puedes encontrarme en mis redes sociales; estoy segura de que al final de tu asesoramiento estarás listo o lista para tomar mejores decisiones respecto al manejo y la administración de tus ingresos.

Alejandra Fernandez

Especialista en PPR

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