Hola mi nombre es Cindy Villalobos, tengo 43 años, 3 hijas maravillosas y actualmente vivo en Monterrey.
Hace casi 4 años empecé a apasionarme por el mundo del running, no podía correr ni dos cuadras porque me cansaba demasiado, pero mi hermana ya llevaba un tiempo corriendo y estaba en un equipo de corredores al cual me invitó a participar y acepte, claro con mis condiciones, solo lo haría 3 veces por semana y los domingos ni loca lo haría, yo veía a todas las corredoras super comprometidas en sus distancias largas y carreras los fines de semana y decía estas personas están locas, recuerdo muy bien cuando mi entrenador me convenció para correr mi primer carrera de 10k y le dije: “Ni crea que yo voy andar metida en carreras de 21km a mí eso no me gusta, con 5km o 10km es suficiente y solo unas 3 al año”. No pasaron ni 3 meses de esto, cuando estaba corriendo mi primer 21k, mis primeros kilómetros iba tranquila pegada con mis amigas pues tenía miedo de lastimarme, de sobrepasarme y quedar a medio camino, poco a poco tome más confianza y los últimos kilómetros me sentí con fuerzas para dar un poco más, llegue entera y muy feliz de haberlo logrado. Al mes siguiente ya estaba corriendo el segundo 21k esta vez con más confianza, con más seguridad y con más velocidad, me sentía orgullosa de mi misma y me gustaba que mis hijas me vieran como un ejemplo, mi esposo en ese momento me apoyaba al cuidar de mis hijas en lo que yo entrenaba.
De pronto mi mundo cambio, tuve una discusión con mi esposo y me llama para decirme que quiere tiempo para dedicarse a él, me estaba pidiendo el divorcio y mi cabeza no podía creerlo ni entenderlo, sentí que el mundo se me venía encima, mi familia y 15 años de matrimonio se derrumbaban, me sentí perdida y llena de miedo, no sabía cómo podría educar a mis 3 hijas de 8, 6 y 3 años yo sola, cómo podría enfrentar la vida sin él, todas mis fuerzas se acabaron, estaba ausente, distraída y perdida en mi tristeza, casi no comía, había días que me sentía un poco mejor, mi rendimiento bajó bastante no podía correr mucho, me cansaba y no tenía fuerzas, pero no deje de hacerlo, se volvió mi desahogo, mi terapia, era como si al correr aun y sintiéndome débil se desaparecían por un momento mis problemas, era donde aprovechaba para orar y pedirle a Dios fuerzas para salir adelante y así poco a poco, la tristeza iba disminuyendo y la confianza en mí iba creciendo, también busque terapia con una psicóloga y me inscribí en un curso de la iglesia que también fueron de gran ayuda, pero la paz y la tranquilidad que me daba el correr me permitían seguir avanzando, por lo cual en menos de 3 meses mi psicóloga me dio de alta pues ya estaba lista para enfrentarme yo sola a mi vida, así que retome mi energía y mis fuerzas y seguí con mis carreras. Recuerdo bien una frase que dice “Corre cuando menos ganas tienes porque es cuando más lo necesitas” y creo que es totalmente cierto, el correr no solo me ayudó a superar mi duelo, me ayudó a aumentar mi autoestima, a saber que era capaz de ponerme objetivos y alcanzarlos, a reconocer mis logros en cada medalla recibida, me dio una fuerza mental que era capaz de engañar a mi cuerpo y decirle que si podía dar más y sobre todo me hizo darme cuenta de lo valioso que era como mujer y que mi felicidad solo dependía de mí, mis amigos, mi familia y conocidos me empezaron a decir que lucía mucho más joven y feliz, tanto así que mi ex-esposo quiso regresar, pero yo ya no era la misma ahora mi vida giraba en torno a mí y no necesitaba de nadie más para ser feliz. Ahora llevamos una muy buena relación y comunicación por el bien de nuestras hijas.
Regresando a las carreras a los dos años de haber iniciado a correr ya con varios 21k´s me decidí a correr mi primer maratón me prepare por 6 meses guiada por mi entrenador, apoyada por mi equipo, personas increíbles que nos hemos apoyado en todo, y es que imagínense compartir horas de recorridos en los entrenamientos y platicarnos nuestros problemas y nuestras alegrías, es como tener terapias grupales gratis, así que inspirada por sus logros en las carreras inicie mi plan para correr mi primer maratón.
Al fin se llego el 8 de diciembre del 2019, estaba muy nerviosa pero a la vez emocionada por iniciar, mis primeros kilómetros los hice tranquila acompañada de mis amigas que corremos más o menos al mismo ritmo, para el kilómetro 16, sentí que podía dar un poco más y así lo hice y me despegue un poco de ellas, al kilómetro 25 me sentía aún con muchas fuerzas, en el kilómetros 34 me esperaba otra amiga para cerrar acompañada, lo cual me dio un segundo aire, antes de llegar a la meta veo a mi entrenador que me dice que voy super bien que siga así, así que fue otro golpe de energía, al kilómetro cuarenta me dolían mucho las plantas de los pies y una uña que se me había caído, pero dije estos kilómetros los termino porque los termino, al ver tanta gente apoyándote, brindándote un dulce, agua, naranja, chocolates, diciéndote ya falta menos, que si se puede, es como rayitos de luz en la obscuridad que te alientan a seguir adelante, al llegar casi a la meta y ver a mis hijas y mi familia esperarme fue lo máximo, mis tres hijas se unieron y juntas cruzamos la tan anhelada meta de los 42.195 kilómetros, había tantos sentimientos encontrados, felicidad por haber logrado un objetivo más en mi vida, ganas de llorar de alegría, ganas de abrazar a mi familia a mis amigas que siempre me apoyaron, tristeza porque se acabarían las distancias largas y nuestras charlas tan emotivas, en fin llegó la hora de pasar por mi medalla, el sentirla y verla en mi era una felicidad increíble y el saber que a partir de ese momento tendría el honor de ser llamada maratonista era simplemente increíble.
Pasado el entusiasmo y reflexionando con el equipo y con la charlas de mi entrenador te das cuenta que la medalla solo el fruto de todo el esfuerzo de cada entrenamiento, de las caídas y levantadas que pasé y en este caso hablo en sentido literal, que lo valioso es el proceso, esos entrenamientos en los cuales vas acompañada de amigas que se vuelven tus hermanas pues viven contigo tus duelos y tus penas y se convierten en un soporte que sobrepasa el asfalto porque los kilómetros se vuelven terapias donde las alegrías se multiplican y las penas se dividen.
Me gustaría cerrar esta sección con esta frase de uno de los mejores atletas de todos los tiempos, Emil Zátopek “Si quieres correr, corre una milla; si quieres cambiar tu vida, corre un maratón”. Fue así como mi vida se transformó y encontré paz, libertad y fraternidad corriendo.
Cindy Villalobos
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