Teníamos libertad FINALMENTE… Pero no sabíamos a dónde ir. 

¡Qué emoción! ¡SOLOS! ¡Comeré un plato caliente! ¡Con las dos manos! Pensaba todo eso mientras recordaba que generalmente sostengo a mi bebé con una mano y con la otra corto la carne o pollo, tomo agua, sirvo los platos de mis otros dos hijos y recojo la mesa al terminar de comer. Sí, todo eso pensé cuando mi cuñado y su esposa nos ofrecieron cuidar a nuestros hijos para celebrar el 14 de febrero. ¿Pensé en mi atuendo? o ¿busqué restaurantes de moda o algún bar súper nice? No. Solo pensé en sentarme en una silla YO SOLA, sin mi “garrapata” humana adherida a mí. 

Y llegó el tan esperado día. Ese viernes me desperté con todas las pilas (ahora que lo pienso debí haber dormido más y no haber movido un dedo porque para las 7:30 p.m.

que estábamos yendo a nuestra cita, literal tenía cero energías). Bueno pues fuimos

a dejar a los niños muy apurados con mi cuñado y rápido (como si nos estuvieran

contando el tiempo) los aventamos a los tres. Al bebé ¡hasta le puse mameluco por si llegábamos muy noche, así ya no lo tendría que cambiar para dormir!, ajá. 

Cuando los dejamos corrimos a la camioneta nos miramos muy emocionados y me preguntó Ricardo muy contento:

—Ahora sí, mi corazón, ¿a dónde vamos? —me dijo con una sonrisa digna de foto.

—Dame opciones y yo elijo —le contesté mientras me le quedaba viendo con cara de no sé. 

—No conozco ningún lugar, por eso dime tú a dónde vamos —replicó pacientemente.

—¡Pues yo tampoco conozco ningún lugar! —le contesté.

En ese momento nos dimos cuenta de nuestra triste realidad.

Como pocas veces salimos en modo adulto, no teníamos idea de a dónde ir. Nos quedamos muy serios ahí calladitos en la camioneta, los dos mirando al frente como dos niños sin ilusión.

Estábamos perdiendo minutos valiosos. Nos volteamos a ver, nos reímos como entendiendo nuestra triste historia, y me dijo:

—Déjame preguntar a ver quién nos recomienda algo —en un chat nos recomendaron McDonald ‘s, Starbucks y un restaurante de Alitas que no estaba lejos de nuestra casa (por eso de no alejarnos tanto de los niños). En ese momento pensé: ¡Lo que sea! El chiste era comer algo rápido e irnos a dormir porque moría de sueño. Llegamos y pedimos. Ricardo muy macho (según él) pidió un mega tarro de cerveza y yo unos tacos de pescado. Llegó la gigantesca cerveza de Ricardo y mis tacos con la tortilla fría, así que eso de “comer una comida caliente” no se me cumplió.

Resulta que aquí en Estados Unidos, en muchos lugares no calientan la tortilla.

¿Por qué? ¡No sé! 

Terminamos nuestra cena y la cerveza se quedó esperando a que Ricardo pudiera ver el fondo del tarro. Eso nunca pasó porque ya se sentía mareado cuando llevaba la mitad. 

—Falta de costumbre, mi cielo —le dije.

Pagamos y fuimos a recoger a nuestros críos muy contentos, llegamos por ellos y Sebastián (mi garrapata personal) se abalanzó a mí como si no me hubiera visto en cien años.

Los otros dos no. Yo creo que también descansaron de nosotros.

Nuestra cita había durado dos horas y para las 10 de la noche casi arrastrábamos los pies, así que cuando llegamos estaban muy despiertos y contentos, con su energía al full

y nosotros como Wall-E en focos rojos.  

Volvimos a nuestra casa los cinco. Nos acurrucamos en la cama y por increíble que parezca los extrañé, disfruté enormemente tenerlos a todos encima de mí apachurrándome y peleando por quién lograba estar más pegadito a mí.

¿Disfruté mi tiempo de libertad? Sí. ¿Nos hacía falta a Ricardo y a mí platicar solos? Sí, pero, imposible poner en una balanza el tiempo en familia hechos “bolas” en la cama y

los tacos de tortilla fría. ¿O sí? 

 “Para todos los papás que añoran dos cosas; estar lejos de sus hijos y estar cerca de

estos.”

¡FELIZ DIA DE AMOR Y LA AMISTAD!

 Adri Garcia

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