LA HISTORIA DE CÓMO LLEGUÉ A CHINA, ES UNA HISTORIA DE AMOR

Cuándo era niña, en algún momento de mi vida pensé que sería divertido vivir en otra ciudad o en otro país, sin embargo, nunca creí que en realidad el destino me llevaría tan lejos.

Soy Ivonee Moreno y la historia de cómo llegué a vivir a China, es una historia de amor.

Tenía 16 años cuando conocí a mi ahora esposo, hijo de madre mexicana y padre hongkonés, éramos amigos en ese entonces pero le perdí la pista por más de 5 años, hasta que un día gracias a facebook hicimos contacto de nuevo y comenzamos a salir. Sin saber hacía dónde nos llevaría el destino y que mi vida cambiaría totalmente, nos hicimos novios y con el tiempo nuestro noviazgo se convirtió en algo serio, tanto que en algún punto, nuestra relación nos llevó a pensar en la remota posibilidad de mudarnos de país en el futuro, pero esas conversaciones siempre quedaban ahí, por que sabíamos que nada era seguro.

Pasaron varios años, 8 para ser exactos en los que vivimos de todo, tuvimos que separarnos varias veces por cuestiones de trabajo y llevamos una relación a distancia por meses, relación que afortunadamente salió a flote, hubo un anillo de compromiso pero por azares del destino la boda nunca se celebró.

A pesar de todos los obstáculos que tuvimos que sortear, para mí cada día que pasaba, era evidente que el destino tenía un plan para nosotros en donde sin duda alguna seguiríamos juntos, a pesar de la distancia.

Nuestra vida dió un giro muy inesperado cuando llegó a mí, la maravillosa noticia de mi primer embarazo, mi dulce Caroline, en ese momento decidimos mudarnos a la Riviera Maya, uno de los lugares más hermosos que mis ojos han visto y así juntos, poder formar nuestra familia, sin embargo siempre estaba latente la posibilidad de que el viaje fuera al extranjero, pero aún no había llegado ese «algo» que nos arrastrara a movernos tan lejos.

Años después, el destino hacía lo suyo, recibimos a Benjamin, mi segundo gran amor. Con una familia consolidada, con mucho amor y felicidad, de repente en un día las cosas cambiaron drásticamente, finalmente había llegado «El día», mi esposo tenía una oferta de trabajo en China y por supuesto que estaba considerando tomarla, sin pensar mucho en ello, decidimos en un par de semanas que era nuestra mejor opción cambiar de vida y por supuesto, ofrecerles a nuestros hijos un lugar seguro en donde pudieran crecer, además de mejores oportunidades en el futuro, así fue como comenzó nuestra odisea.

En menos de un mes vendimos todo lo que teníamos, comenzamos con los trámites necesarios para poder mudarnos y 8 años después de haber recibido el anillo de compromiso, decidimos casarnos, sobre todo por las cuestiones legales, pero había otro inesperado detalle, en el camino nos dimos cuenta que era imposible mudarnos juntos por cuestiones económicas, pero sobre todo por que aún faltaban algunos documentos que se tenían que validar por mi parte y él, al ser ciudadano Chino no necesitaba gran cosa, así que con todo el dolor de nuestro corazón tuvimos que separarnos una vez más, en busca de un mejor futuro para nuestra familia.

Dos meses después de haber tomado la decisión de irnos a vivir al otro lado del mundo, hicimos maletas y volamos con caminos diferentes, mientras él volaba a China solo, mis hijos y yo regresábamos a la ciudad donde nos conocimos, donde estaba nuestra familia, en espera de nuestros documentos. En todas esas largas separaciones que tuvimos anteriormente en nuestra relación, ninguna dolió tanto cómo esta última, en la que tuve que sacar mi lado de mamá fuerte y arrastrar a mis hijos por todo el aeropuerto a tomar un avión que los alejaría de su papá por varios meses, mientras ellos lloraban y gritaban desconsolados al sentir que se separaban. 

Del otro lado del vidrio veía al amor de mi vida alejarse, igualmente deshecho por separarse de su familia. Fueron días y sobre todo noches largas, de llantos y desvelos por la separación, mis hijos en ese entonces tenían 4 y 5 años y aunque por dentro estaba sumamente triste, me motivaba el hecho de seguir arreglando todo lo que fuese necesario, para poder estar juntos en el menor tiempo posible. 

Así, después de 10 largos meses por fin con papeles en mano, maletas y mis pequeños en la otra, sin saber hablar inglés y mucho menos mandarín, tomé un vuelo que me llevaría a cruzar el mundo entero para al fin poder reunirme con el amor de mi vida. 

El viaje estuvo lleno de emociones, me sentía perdida, llevaba 4 maletas, a mis hijos pequeños, un nudo en la garganta y miedo, mucho miedo de perderme en alguna de las escalas, de hacer las cosas mal, de perder a mis hijos tan pequeños y de todo lo que me esperaba al llegar.

En ese camino hubo ángeles que me hicieron el viaje más fácil, la azafata que me regaló chocolates para mis hijos al ver que mi tarjeta no pasaba, la pareja de ancianos que me ayudaron a cargarlos y a escanear mis pasaportes en la primera escala y que al despedirse me dieron un gran abrazo sin conocerme, la mamá con su bebé que me ayudó a comprar comida en otra escala, la pareja de mexicanos en el mismo vuelo, que al llegar a Hong Kong me ayudaron con las maletas y me tomaron de la mano, para evitar que me cayera al suelo con todo y niños, no me quedaba duda que el destino estaba conspirando a mi favor.

Después de toda la travesía, el nervio y el miedo, por fin llegué y al cruzar las puertas de la sala de llegadas, después de 10 meses mi familia estaba junta de nuevo y esta vez ya no habría más separaciones, desde entonces han pasado 4 años.

A mi llegada me sentía feliz, orgullosa de mi misma por haber cruzado el mundo con dos niños pequeños, con mi poca experiencia y en realidad creí que lo peor ya había pasado, pero que equivocada estaba.

Mi vida había cambiado totalmente, siempre que alguien me preguntaba, respondía que mi nueva vida era como si de pronto hubiera vuelto a nacer y conociera el mundo de una manera tan diferente a cómo lo había vivido por 30 años, todo aquí era diferente, la gente, la comida, las casas, la manera de vivir, incluso ir al baño era diferente, me sentía perdida por tantos cambios, que aunque los sabía desde un inicio, la experiencia de vivirlos era realmente abrumadora.

 Los primeros 6 meses de mi nueva vida en China fueron catastróficos y depresivos, por más cosas que uno sepa, nunca estamos preparados lo suficiente para vivir un cambio tan radical. Salir a la calle y escuchar otro idioma era una sensación muy rara, no entender nada de lo que la gente hablaba, no poder comunicarme con nadie y por ende, no poder hablar con nadie durante el día y estar encerrada en casa era deprimente, todo eso me llevó a deprimirme cada día más, al grado de no poder comer nada, por que nada me gustaba. Me sentía como en un experimento dónde lo único que no pertenecía al entorno era yo, mis hijos por otro lado, la llevaban muy bien afortunadamente entraron a la escuela y aprendieron el idioma, además de estar felices por estar con sus padres juntos, pero yo la estaba pasando muy mal, tanto que en repetidas ocasiones llegué a cuestionarme si había tomado la decisión correcta al dejar mi vida, mi familia, mis amigos, mis costumbres y mi cultura atrás, me sentía en un laberinto sin salida y la depresión cada día avanzaba más y aunque tenía a mis hijos y a mi esposo a mi lado, eso llegó a ser insuficiente para poder sentirme bien y entonces entendí que nada de esto era sano para mi y que mi familia no se merecía vivir conmigo así.

Al principio, sentía vergüenza al hablar de todo lo complicado que fue emocionalmente para mí vivir este cambio, porque sentía que estaba siendo demasiado exagerada, ya que todos se encargaban de decirme lo afortunada que era al vivir esta experiencia y lo feliz que debería sentirme. Mientras yo por dentro con la depresión al tope, cuestionaba mi decisión de haber emigrado y me sentía la persona menos afortunada del mundo, para nada estaba disfrutando esta experiencia y lejos estaba de sentirme feliz.

Nunca estás preparado para los obstáculos que te pone la vida, aunque creas estarlo, la realidad siempre te sorprende y en muchas ocasiones te da un bofetón en la cara, pero a veces solo así recuperas el rumbo, después de aceptar estar mal y de buscar ayuda psicológica por la depresión cultural enorme que tenía, yo recuperé mi rumbo.

En esta historia de cambios, siempre hubo una constante y un sentido que le dió fuerza a todo y que me ayudó a mejorar, el amor. 

El amor a mi familia y el recordar la razón por la que me atreví a cruzar fronteras me salvó. He pasado los 4 años más difíciles de mi vida, pero en los que más he aprendido y en los que más he crecido como mujer y como madre. 

Mi intención con esta historia no es persuadirlos o asustarles, si en sus planes esta emprender un viaje fuera de nuestro país, fuera de nuestra zona de confort, mi intención es contarles que por más duro, intenso o difícil que esté el camino, siempre se puede salir adelante y que es necesario pasar muchas adversidades para llegar entonces a valorar todo lo que somos y todo lo que tenemos.

Mi yo de hoy es mucho más fuerte, es más segura y definitivamente está abierta a los cambios, ya no le teme a viajar en avión, ya puede degustar comida diferente, ya entiende qué hay culturas diferentes y que cada una tiene algo especial. Mi yo de hoy, sabe que fue un gran sacrificio y que fue muy difícil pero valió la pena, vive feliz en un país diferente, con personas diferentes, con un idioma, con una cultura y una manera diferente de ver la vida a cómo a ella se la habían enseñado.

Hoy, se que por más duro que estuvo el proceso, por más lágrimas que derramé en su momento, esta fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado en mi vida.

China es un país hermoso y sobre todo muy seguro, el vivir aquí me da la paz que no sabía que podía llegar a tener algún día, a veces me duele admitirlo por que amo mi país y mi cultura con todo mi corazón, pero aquí me siento feliz de poder salir a caminar por las calles a la hora que sea, sin temor a que algo pueda pasarme, me siento tranquila de saber que mis hijos van a llegar a casa, sanos y salvos, que mi esposo estará bien cuando venga de camino y que todo eso que yo pensaba que no existía, aquí existe. 

Para muchas personas puede sonar muy raro debido a lo que se comenta sobre vivir aquí, si bien hay muchas restricciones en cuanto a redes sociales y algunas otras cosas, debo decir que, si eres una persona que no tiene intenciones de cometer un delito, todo irá bien para ti y nada te va a perjudicar, al contrario al igual que yo disfrutarás de la forma de vivir, de la libertad, de la paz y toda la tranquilidad que el país ofrece.

Actualmente vivimos felices, disfrutamos cada día al máximo, mis hijos van en la escuela en horarios extenuantes a veces, pero están bien, debido a que llegaron muy pequeños, hablan el idioma mandarín como lengua materna y les es muy fácil comunicarse con el resto de la gente, mi esposo tiene un buen trabajo como maestro de preescolar, tenemos amigos latinos con los que puedo seguir hablando español y definitivamente ya no me siento tan sola como al inicio, por el momento me dedico a cuidar de mis hijos ya que por los horarios escolares y algunos trámites, aún no puedo trabajar, pero en el futuro pienso dedicarme a enseñarles español a los niños de aquí.

Nuestra vida cambió desde que llegamos a China, la mía en especial tuvo muchos altibajos pero al final encontré el motivo de seguir adelante, somos felices ahora, nos sentimos contentos y seguros con lo que tenemos, tenemos muchos planes a futuro y no sentimos más que agradecimiento con la vida y el destino por habernos hecho pasar tantos duros obstáculos, tantas separaciones para al fin podernos regalar la familia y los momentos que ahora tenemos. 

Hay una frase que dice… «¡Se han cruzado océanos enteros por amor!» 

Y sí!… El océano que yo crucé, valió la pena totalmente.

Ivonee Moreno

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