Comienzo este aporte compartiendo una experiencia vivida en uno de mis fines de semana.
Para muchos, esta actividad es la más sencilla del mundo; algo que realizan con cierta asiduidad y casi como un pasatiempo. Para mí, en cambio, representó un reto distinto de aquellos a los que estoy acostumbrada.
Cuando te confrontas con el siguiente paso y resulta que es algo que te asusta hasta paralizarte, solo hay tres caminos: el primero, quedarse ahí en ese mismo lugar, admirando a los que pasan a tu lado y saltan, saliendo victoriosos de la faena.
El segundo es regresar por donde llegaste. Y el tercero, por supuesto, continuar adelante. Decisión fácil, ¿verdad? Pues ahí me encontraba yo, de pie sobre una roca deforme, con la perspectiva de tener que saltar con suficiente impulso hacia adelante para no golpearme con su base, así como con el valor necesario para sobreponerme al hecho de que estaría cayendo a un agua de cuatro metros de profundidad.
Desde la orilla siempre será sencillo decir: «tú puedes», «es fácil», «no tengas miedo», «aviéntate», etcétera. En contraste, sólo quien tiene ante sí el prospecto del salto es quien conoce el miedo a la altura, a la adversidad.
He aquí el más claro ejemplo de la expresión «la punta del iceberg»: la gente suele ver sólo esta parte del reto y, desde la seguridad de la ribera, se atreve a juzgar sin considerar el valor que necesité para ponerme en pie, mientras sentía temblar mis manos y piernas y me invadía la tentación por claudicar.
¿Cómo lo logré? Dejé de escuchar a los demás y comencé a escucharme a mí misma, a buscar en mi interior el verdadero miedo: sabía que no era a la profundidad del agua, pues sé nadar; no era a la vergüenza o al deseo de lucirme; fue simplemente que me di cuenta de que no valdría la pena haber llegado hasta ahí si era incapaz de continuar. Descubrí también que el miedo a lo desconocido –el mismo que me hacía dudar y temblar– era más pequeño que mi temor a detenerme, a verme estancada, varada o desmotivada. Al otro lado de este salto siempre estuvo mi familia presente, esperando; así que, sin pensarlo más, me puse en pie y salté.
Venciendo el miedo
Así se siente, estimado lector, cuando tienes un negocio, emprendimiento o empresa y te enfrentas con decisiones importantes que significan la diferencia entre mantenerte en la comodidad de tu zona de confort o aceptar el desafío y atreverte a crecer. Te encuentras ahí, disfrutando del momento, sintiendo una plena satisfacción por estar en el lugar que alguna vez te propusiste alcanzar y, de repente, nuestro pensamiento es invadido por la gran duda: y ahora, ¿qué sigue?
En lo particular, considero que parte importante del crecimiento constante de una empresa o negocio la constituye una innovación continua; siempre estar pensando en el «cómo sí» lograr los objetivos, trazar nuevas metas y seguir vigentes. No obstante, existe otro elemento que, más que importante, resulta clave para que tu pequeño emprendimiento llegue a convertirse en una sólida empresa, y es la autoestima.
Es de conocimiento general que el año 2020, cuando inició la pandemia de covid-19, fue extremadamente difícil para miles de empresas, no solo en México, sino en todo el mundo; las predicciones respecto a la economía eran funestas, y muchos negocios se declararon en bancarrota. En total oposición con lo anterior, para mí representó uno de los mejores años en cuanto a ventas. ¿Cómo fue esto posible?
En mi libro Mis tres pilares en las ventas comparto la metodología que ha originado el crecimiento sostenido de mi empresa aún en un entorno hostil y bastante competitivo. El primer pilar –¡y el más importante de los tres!– se refiere al desarrollo y fortalecimiento de una autoestima a prueba de todo para afrontar los obstáculos que encontrarás en el camino; es decir, CREER que puedes lograr lo que te propongas. Esta es la base fundamental de todo empresario.
A continuación, citaré algunos párrafos del capítulo ¡CRÉETELA!, con el fin de hacer más comprensible lo que quiero decir:
Como dijo Henry Ford: «ya sea que pienses que puedes o que pienses que no puedes, estás en lo correcto». La intención de este capítulo es que formes parte del grupo que cree que sí puede lograr sus metas. Por supuesto, no es tan fácil mantener un estado de optimismo permanente; las cosas se van tornando más complicadas cuando no te enseñaron desde pequeño a «creértela»; cuando, al compartir tus planes a futuro con tus seres queridos, solo escuchas malos presagios que te infunden miedo; cuando, en fin, ves fracasar a personas que creías más exitosas que tú.
Aunque existen personas que son naturalmente propensas a «creérsela», para la mayoría va a representar un esfuerzo, pues esto debe tornarse en un estado perenne e inalterable, es decir, un créetela constante y persistente, siempre creer en ti y así decidir hacerlo día a día.
¡Créetela! Crece, sigue avanzando y no te detengas: que cada meta alcanzada sea el inicio de una carrera hacia un objetivo mayor o más desafiante. Por supuesto, resulta mucho más fácil decirlo que lograrlo debido a que nuestra mente es proclive a pensar menos de nosotros mismos, especialmente en momentos de adversidad.
Este libro, aunque lo escribí dirigido a cualquier persona que se dedique a las ventas, tiene un enfoque especial hacia las mujeres que somos madres, porque suele suceder que las metas para nosotras comúnmente tienen más obstáculos en el camino, ya sean reales o imaginarios. Parte de mi relato se centra en que nos auto-programemos para creer que somos capaces de lograr la tan anhelada meta, tomando decisiones desde el «sí puedo» y el «sí quiero», dejando a un lado los pretextos. Mi empresa se ha expandido año tras año, y lo he logrado acompañada de mis hijas, puesto que ellas son un motor importante en mi vida para crecer y ser cada día una mejor mujer, una mejor madre y una mejor empresaria.
Una metodología de venta actualizada y organizada es otro de mis pilares; en la segunda parte de mi libro encontrarás consejos sobre cómo adecuarla a tus circunstancias, adoptar hábitos positivos y, sobre todo, cómo evaluar tus avances: recuerda que solo se puede mejorar aquello que se mide.
El tercer pilar que describo se trata del que te mantiene vigente y será el soporte de tu negocio: el servicio al cliente. ¿Quieres asegurar un ingreso fijo en tu cartera? ¡Fideliza a tus clientes! Debemos recordar que un cliente satisfecho seguirá solicitando tus servicios, mientras que uno molesto es la peor mercadotecnia que nuestro emprendimiento puede tener; de ahí que mi lema es que el cliente siempre tiene la razón… ¡aunque no la tenga! Prefiero perder un poco de ingreso económico a que el cliente salga de mi oficina considerando que no fue bien atendido. En mi libro comparto algunos ejemplos de esto que menciono y que te darán ideas positivas para reaccionar ante situaciones difíciles, incluso en casos que cualquiera podría dar por perdidos.
El éxito
Para mí, este concepto está conformado por todos aquellos pequeños momentos de felicidad que encontramos en la vida…como ese salto del que te hablé al principio. Me he dado cuenta de que la motivación más eficaz surge desde dentro de mí; la magia sólo sucede si estamos decididos a actuar. Lo superado en ese salto es mucho más significativo de lo que se ve, porque debajo de esa pequeña parte de mi experiencia está un mundo de gran valor y esfuerzo que me hizo más grande, fuerte y decidida.
Es fundamental que definas qué es el éxito para ti, puesto que lo más probable es que mis logros no sean los mismos que tú hayas soñado alcanzar. Este año nos ha brindado la oportunidad de descubrir nuevas formas de éxito: puede ser algo tan sencillo como mantener brillantes los pisos de tu casa por varios días, o algo tan grande como cerrar aquel negocio que no creíste lograr; que la comida te salga perfecta; que tu oficina esté organizada; que tu personal esté contento de trabajar contigo; que tu matrimonio marche excelente y que alcancen metas juntos. No hay victorias pequeñas o grandes: el éxito es aquello que A TI te hace feliz; aquello que creíste inalcanzable y hoy puedes tenerlo.
Después de mi pequeña aventura del fin de semana solo podía sentir una energía exhilarante por haber superado aquel obstáculo y alcanzado mi meta, lo que me llenó de motivación para seguir enfrentando con valor y seguridad en mí misma cualquier desafío que se atraviese en mi camino hacia mi realización profesional y personal. Te invito a que, como yo, sigas avanzando y alcances ese primer objetivo que te haga sentir admiración por lo que has conseguido y, a partir de ahí, encuentres un sendero por la vida que te guíe a la conquista de nuevas metas que destaquen tu capacidad, tu valor, tu manera increíble de soñar y hacer realidad lo que imaginaste para tu vida. Y no lo olvides: ¡CRÉETELA!
Alejandra Fernandez
Profesional en el área de Ventas y Finanzas
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