Al pensar en escribir en cuanto a lo que le da verdadero valor a la vida, he recordado las palabras de un hermoso himno, «Una vez solo vivimos: ¡Oh, qué solemne pensar! Pronto termina el viaje, y cesará el luchar.» Todos en el mundo hemos experimentado los cambios que la pandemia le ha impuesto a nuestro diario vivir y ciertamente, al pensar en aquellos conocidos que han fallecido, nos ha hecho detenernos para considerar la brevedad de esta existencia terrenal.  Se dice que ninguno de nosotros nacimos ganadores ni perdedores pero sí escogedores y luchadores.  Queremos aprender a escoger bien cada día para luchar por aquello que dejará huella y una buena influencia, aunque sea pequeña, en aquellos con quienes convivimos.

Mi nombre es Susan Nadal, puertorriqueña de nacimiento, ciudadana del mundo por vocación.  En mi juventud sentí el llamado a salir de mi hogar y mi terruño natal para dedicar mi vida a compartir con otros aquellos valores que alimentan el espíritu y el alma; a animarles a mirar más allá de lo que está debajo del sol, a lo eternal.  He tenido el privilegio de ministrar en varios países; mi propia islita, Puerto Rico, al igual que en la República Dominicana, EEUU, Trinidad y Tobago, y México.

En el mundo se habla mucho del amor pero, la mayor parte del tiempo, brilla por su ausencia.  El verdadero amor se expresa no en palabras sino en hechos, en servicio y sacrificio.  Hay un versículo muy conocido en la Biblia en Juan 3:16 que dice, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.»  El verdadero amor siempre está dispuesto a dar y dar, y seguir dando.  Dios es amor.  Jesús mismo dijo en Juan 15:13, «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.»  Ese era el amor que reinaba en su propio corazón.  Las enseñanzas más hermosas de las Escrituras hablan de este amor que se extiende no sólo a aquellos que nos aman sino también a los que son difíciles de amar, y aun a los que nos aborrecen.  Pudiésemos pensar que al amar así nos convertiríamos en perdedores pero, muy al contrario, nos hace ganadores de un gozo que nada ni nadie nos puede quitar.  Jesús, aquel que fue colgado en un madero por amar a Dios y a la humanidad, fue ungido con óleo de alegría más que a sus compañeros.  Hebreos 1:9.  «¡Él era el hombre más feliz del mundo!»

Todos los seres humanos añoramos alcanzar la felicidad, ese contentamiento interior que aún las experiencias adversas de la vida no pueden tocar ni alterar.  El amar verdaderamente de corazón nos proporciona ese gozo.  No es lo que alcanzamos en la vida ni lo que poseemos sino lo que damos sin escatimar que nos traerá la verdadera felicidad.  El amor es el único medio de intercambio que mientras más damos, más tenemos, y más recibimos.  ¡Sencillo secreto para ser felices que los sabios a través de las edades han conocido!

Esta vida es muy pasajera y ninguno de nosotros sabemos si sobreviviremos a esta pandemia pero sí podemos aprovechar cada día de vida que nos es concedido para amar y vivir por los demás, y así cumplir el verdadero propósito de nuestra vida.  «El que no vive para servir, no sirve para vivir.»

Susan Nadal

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