Hola soy Lluvia Lorelay, madre de dos hijos, autora de dos libros, conferencista, entrevistadora, etc. Si me ves en las redes sociales y no me conoces, no pensarías que en algún punto ni siquiera podía verme al espejo ya que me dolía siquiera mirarme y todo por una cirugía que entre mal practicada y no necesaria me dejó cicatrices profundas tanto físicas como emocionales.

¿Cómo fue posible que buscando la perfección me haya YO hecho esto?

Desde muy niña escuchaba frases como: “mira cómo se te sale esa lonjita”, “ese vestido que se lo pongan las flaquitas, tú estás muy gorda”, “yo sí puedo comer esto tú no, porque engordas”. Hasta cierta medida lo dicen como broma, como un pequeño chiste. Sin embargo, de piedrita en piedrita se llena el pozo. La salud pasa a segundo plano y lo más preocupante es mejorar nuestro físico o cubrirlo para que nadie lo critique. ¿Quién no ha escuchado esto? Y a veces ni siquiera vienen de personas extrañas, a veces las escuchas de seres queridos.

Y un día sin más ni más, decidí que mi cuerpo no me gustaba, que había que hacerme un arreglito aquí y otro por allá, entonces decidí operarme, sin pensar en las consecuencias, tuve mi primera cirugía en el 2010 y después de hacer un cambio físico que según yo solo quitaría unas cuantas estrías, terminé con un cuerpo “perfecto” (ahora me da risa porque siempre ha sido perfecto) pero no era mío, era lo que la sociedad y todo el mundo puede catalogar como bello. Fue entonces que, buscando salud, visité un ginecólogo que me dio un diagnóstico y me convenció de hacerme una segunda cirugía ya que él tenía estudios en cirugía estética así que pues también podía aprovechar y hacerme una lipoescultura con lipotransferencia a los glúteos y hacerme un trasero brasileño que ahora está muy de moda.

Recuerdo muy bien antes de entrar al quirófano me volvió a preguntar si en verdad lo quería, ya que yo no estaba mal en realidad tenía muy bien mi cuerpo, pero no exageradas las nalgas, yo le pregunté a mi esposo ¿como ves?  él solo se sonrió y dijo: “Es tu cuerpo amor”. Yo voltee a ver al Doctor y le dije, !usted es el experto!!

Me operó y tuve temperatura (fiebre) casi 2 meses, pero mi cuerpo no reflejaba nada, hasta que comencé a sentir muchísimo dolor y después empezaron a salirme una especie de bolas calientes en la nalga derecha, el doctor no tenía idea de lo que eran, y en su afán de corregir la cirugía, volvió a someterme a otro procedimiento, empezó a extirpar las bolas que habían salido y ya se habían  extendiendo hacia  el tejido recién operado, después de 6 meses y varios análisis, supimos que era una bacteria y se había contaminado mi propia grasa corporal. Me llevó 3 años para sanar tan solo el cuerpo físico, el emocional y el mental siguen sanando.

Cuando empecé a escribir mi libro descubrí que las generaciones que nacieron desde la década de 1990 son más propensas a sufrir de ansiedad y depresión debido al uso de redes sociales. Si abres Instagram y observas las fotos e imágenes de los usuarios tal vez entiendas el porqué. Todos lucen perfectos, espontáneos, divertidos y entusiastas. La red social se encarga de aplicar filtros para corregir errores y colores, pero los usuarios hacen lo propio con sus posturas y sonrisas. No es real. Según el sociólogo y filósofo Gilles Lipovetsky actualmente la espontaneidad es la moneda de cambio y no la autenticidad. Formamos una identidad dual, ya que tiene como base las críticas y juicios existentes sobre nosotros, pero intentamos permear nuestra propia visión con la proyección que hacemos en nuestras redes sociales. Sí, podrás ser considerada la hija más gorda, pero intentas contrarrestarlo con tus fotografías e imágenes. Los prejuicios no deberían de ser nuestra brújula.

Mi compromiso es llegar a los oídos de todos aquellos que juzgamos, que creamos la imagen negativa de los demás por medio de nuestras palabras y herimos –sin reparar en las consecuencias-. He escuchado una infinidad de veces a esposos, novios o familiares que critican con saña a las mujeres

Mis palabras son para aquellos que no se encuentran en el espejo, para aquellos que le tienen miedo porque saben que hay muchas deudas pendientes, que temen la mirada juiciosa de sí mismos. No deberíamos tolerar que los demás critiquen nuestro cuerpo y aun así lo permitimos y lo que es peor, lo convertimos en autocrítica. Estamos acostumbrados a escuchar comentarios no tan favorecedores y además hemos inventado la carrilla: “yo te llamo gorda como broma, tú debes de aguantar”. Es una especie de bullying pasivo que hace que el que recibe la crítica sabe que debe de tolerarlo y quedarse callado si no quiere que continúen.

No obstante, muchas personas –sobre todo las y los niños- no descubren cómo detener la carrilla y cómo soportar sin que les afecte tanto. Entonces decidimos blindarnos día a día; así creemos que se nos escurren las críticas y también sirve para aguantar las comparaciones extenuantes existentes debido a la publicidad y los medios de comunicación masiva.

Si tuve que pasar por esas experiencias, espero que sea para aprendizaje de todas y todos: no necesitas haberte operado para entenderlo, ni sufrir problemas de autoestima. Si posees un cuerpo y un alma, entenderás mis palabras y el mensaje primordial que busco transmitir: ámate porque eres capaz, eres asombroso y estás vivo.

Con Amor y Cariño

Lluvia Lorelay

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